bebiéndonos el Sol

Desde la más remota antigüedad el ser humano sintió una necesidad espontánea de manifestar su reverencia al Sol, percibiendo su innegable poder. Nuestros ancestros eran conscientes de que esa fuente de energía era una vía de acceso hacia lo cósmico lo cual es lo mismo que decir un camino hacia la propia esencia.

Cada célula de nuestro cuerpo es una partícula de Sol condensada, somos parte de esa energía, de ella depende no sólo nuestra vida sino, también, nuestra calidad de vida. El flujo continuo de la luz solar activa la memoria de cada una de nuestras células, haciéndonos vivenciar ese entrejido invisible en el que no existe diferencia entre ese Sol que brilla allí fuera y lo que, con la misma energía y poder está en nuestro interior.

Con el paso de los tiempos esta conexión con la fuente se ha ido perdiendo, alejándonos de nuestra propia esencia, de nuestra salud física, mental y emocional. Nuestro día a día se fue convirtiendo en una carrera sinfín de objetivos y metas áridas que nos opacan cada vez más.

El Yoga tiene una repuesta para todo esto; una de las prácticas más conocidas, es la del Saludo al Sol, Súrya Namaskar; otra práctica, menos conocida, es el Súrya drishti, la fijación de la mirada en el Sol, dentro de la primera hora del amanecer o de la última hora del atardecer, ya que éstas son las horas seguras que no dañan la vista. Esta práctica antiquísima, casi olvidada en nuestros días, está, afortunadamente, comenzando a resurgir, constituyendo un elemento más que propicie la eclosión de una Nueva Conciencia. Más información, mirar aquí,