“....quiero ver
a toda
la población
del mundo
unida, reunida,
en el acto más simple de la tierra:
mordiendo una manzana.”
Pablo Neruda, poema “Oda a la Manzana”
En este cambio sustancial que se está dando en tantísimas personas, comprendiendo que impera la necesidad de cambiar nuestro modo de ver todas las cosas, descartar viejos paradigmas, revaluando nuestros propios conceptos y condicionamientos culturales, es muy importante comprender que somos lo que comemos, entender que ésta no es una frase hecha. Realmente, todo lo que ingerimos, sea lo que sea, formará parte de nosotros, la calidad de nuestros alimentos creará la calidad de nuestros pensamientos.
Podemos confiar en que la Naturaleza nos provee de todo lo que nos es necesario para nutrirnos a la perfección: podemos obtener buenas proteínas, como las contenidas en nueces y demás frutos secos, semillas, legumbres y granos enteros; vitaminas y minerales de verduras y frutas. Esta dieta nos permite jugar con ingredientes nuevos, descubriendo texturas, colores, aromas y sabores diferentes.
Si comes huevos procura que sean de gallinas felices, que sean de campo, que tengan la suerte de poner caminar, andar, picotear, ver la luz del sol. No te alimentes de dolor.
Y fundamentalmente:
Siéntate para comer: no comas de pie ni apurado.
Mastica bien: recuerda que la masticación es el primer paso en el proceso de digestión.
Disfruta de la comida y de la presencia de quienes te acompañan en la mesa, relajándote y despreocupándote de todo hecho ajeno a la comida.
Recuerda que las emociones negativas generan toxinas, tal vez peores que las producidas por una alimentación algo incorrecta. De tal manera que, ni el mejor régimen del mundo te servirá de mucho si comes angustiado, apurado o en un ambiente de violencia, sea ésta interna o externa, pues la tensión generada impedirá que los órganos internos segreguen los jugos necesarios para asimilar los alimentos, por más sanos y nutritivos que éstos fueren.