
(foto de Joel Sartore)
En la India suele compararse la mente con la trompa de un elefante: inquieta, curiosa y siempre en movimiento. En los grandes festejos los elefantes engalanados desfilan hasta llegar al templo. Las calles suelen ser estrechas, con puestos de comida al aire libre. El elefante avanza con su trompa oscilando de lado a lado y, en un movimiento sinuoso, se adueña de un racimo de plátanos y lo engulle de rápidamente; luego toma un coco y a continuación se oye un crujido... Ninguna promesa o amenaza puede detener su golosa trompa. Pero el sabio conductor, que conoce bien a su elefante, le da una pequeña caña de bambú antes de partir. Entonces, el animal camina con orgullo, con la cabeza alta, sosteniendo su caña como un trofeo. Ya no le interesan los plátanos ni los cocos porque su trompa tiene algo a lo cual aferrarse.
Con la mente puede pasar más o menos lo mismo, la mayor parte del tiempo no tiene nada en lo cual aferrarse, y busca aquí y allá... Pero si le proporcionamos un mantra como soporte, podemos mantenerla anclada, alejándola de pensamientos infructuosos. El mantra estabiliza la mente y la reconduce para el logro de una auténtica paz interior.
Con la mente puede pasar más o menos lo mismo, la mayor parte del tiempo no tiene nada en lo cual aferrarse, y busca aquí y allá... Pero si le proporcionamos un mantra como soporte, podemos mantenerla anclada, alejándola de pensamientos infructuosos. El mantra estabiliza la mente y la reconduce para el logro de una auténtica paz interior.
(basado en un texto de Ramón Rosselló)
2 comentarios:
Es cierto que la mente se pasa todo el día de aquí para allá inmersa en pensamientos vanos. Y lo peor de todo es que nos identificamos con nuestra mente, creyendo que es nuestro yo más íntimo.
Pero si el yoga me está enseñando algo es precisamente a descubrirme a mí mismo, a percibir que mi conciencia está por encima de mi cuerpo, de mis emociones, de mis sentimientos, e incluso de mi mente.
Y aunque efectivamente resulta muy difícil mantenerla concentrada, no lo es tanto pillarla in fraganti trabajando incansable. Es entonces cuando descubro, aliviado, que mi mente no soy yo, y que estoy más cerca de poder controlarla. Cuando llegue ese día le colocaré una bonita caña de bambú.
ya la tenés. tu trabajo ahora, es que no se te olvide tantas veces.
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